Para entrar en la Catedral de Burgos hay que estar dispuestos a vivir una experiencia única, intensa e inolvidable. Gracias a las restauraciones de los últimos años, el interior luce con todo su esplendor la armoniosa combinación de estructuras arquitectónicas y elementos decorativos. La Catedral presenta planta de cruz latina con tres naves, marcado crucero y girola en la cabecera. A este primitivo diseño gótico de comienzos del siglo XIII, de nítidas influencias francesas, se le fueron añadiendo una serie de capillas funerarias financiadas por distintos clérigos y nobles.
Siguiendo el sentido obligatorio de la visita, la primera parada imprescindible hay que realizarla en la capilla de la Presentación, construida por Juan de Matienzo a comienzos del siglo XVI y que está rematada por una impactante bóveda estrellada. En el centro destaca un sepulcro esculpido en albastro por Felipe de Vigarny.
Al llegar a los pies de la basílica es preciso mirar hacia arriba y cumplir con el rito que todo buen turista lleva realizando desde hace varios siglos. Para escuchar las horas y ver abrir la boca al reloj del Papamoscas —que ya cumplía esta función hace unos 600 años—, lo mejor es estar dentro justo al mediodía.
Por la nave del Evangelio —la de la izquierda mirando a la cabecera— se alcanza una de las joyas de la Catedral: la capilla de Santa Ana. De finales del gótico, está firmada por Juan de Colonia. En su interior brilla con luz propia el retablo tardogótico del genial Gil de Siloe.
Un poco más adelante aparece el crucero del templo donde es obligatorio dirigir la mirada hacia la famosísima Escalera Dorada: una original solución, diseñada en 1519 por el renacentista Diego de Siloe, para salvar el desnivel existente entre la puerta de la Coronería y la nave del crucero.
Sustentado por cuatro grandes pilares circulares se levanta el espectacular cimborrio octogonal del templo. Su increíble y calada bóveda estrellada es una maravilla de la técnica y el arte renacentista —mediados del siglo XVI— con regustos platerescos y mudéjares. Justo debajo están enterrados El Cid doña Jimena.
Meta constructiva de la Catedral y de grandes dimensiones, fue edificada a finales del siglo XV, en un estilo que comparte elementos del gótico final y el primer renacimiento. De planta poligonal, cubierta por una atrevida bóveda con una estrella calada, guarda tesoros entre los que despuntan el sepulcro en alabastro de los Condestables y el retablo mayor.
Entre 1498 y 1503 el renombrado artista borgoñón Felipe de Vigarny realizó los tres relieves centrales del trasaltar de la girola de la Catedral. Aunque mantienen una composición y unos fondos influidos por el gótico flamenco ya se observan elementos del renacimiento italiano.
El claustro superior es una joya del arte gótico radiante peninsular. De finales del siglo XIII y repleto de sepulcros y capillas, muchos de sus elementos lucen una llamativa policromía. También merece una visita el Museo Catedralicio con una rica colección de obras escultóricas, pictóricas y de orfebrería.